Se acabo. Diciembre fue vaho de un año frío. Reconfortante. Fui corriendo por ese alguien que no existió, antes de que el pequeño llegara al mundo, para alejar el temor a la sangre derramada en el suelo y cerrar la puerta. Me quedé como una apuesta, y lo confirmo. Tengo una alianza en el dedo. Vi como el sol era tragado por el mar, y a Fausto inmóvil en su cama de agua. No estuve ahí cuando debía, y cuando lo estuve estaba volando o dormido, otras veces un poco alcoholizado. Unas veces me aleje caminando y con es ese nudo en la garganta, intentando no sentir, pensando en que pensar; otras veces me quede y pude encontrarte, pude regresar unos segundos el tiempo, aunque no lo creas. Me retorcí en unas sabanas blancas y tuve pesadillas recurrentes, mientras sudaba la espalda. Me perdí y dudo que me vuelva encontrar. No estuve en sus reuniones y traté a todos con respeto, incluso pude recordarte bajo la cama. Y no cambiaría ni un solo segundo.
La vida no es tan fácil ni tan difícil como nos la han pintado. Simplemente es vida. Está. Escoge tus propios colores. Vívela o muere.