Así que después de tanto tiempo, como creíste que pasaría, regreso sangrando a tu lado. Llorando en silencio y sin nada en los ojos. Sólo tú sabes que aprendí a llorar hacía adentro. Reír hacía adentro también lo hago bien, pero reír es algo de que aún me gusta dar señal cuando es necesario y cuando no hay fuerza, y cuando no gana, y cuando es más fuerte mi cascada lagrimal interior que ahoga mi risa, entonces, se acaba. Salen burbujas en forma de chispa de la comisura de mis labios y a veces, solo a veces, me noto ruborizar. Me avergüenzo. Siempre vuelvo. Vuelvo a esconderme cual niña asustada y prometo jamas salir; prometo que no hay nadie más en mi mundo de arena y sal; en mis dedos de azúcar y mis litros de agua; en mi falta de fuerza y odio hacia todo y todos por igual (no queremos discriminar). (Te odio a ti bonita, te odio a ti fea [sabes muy bien, que no puedo diferenciar: yo siempre soy la fea, y ellas, oh ellas, son todas hermosas, odiosamente hermosas]; te