Sr. A:
Tecnicamente ya hace un mes, unos cuántos días más, desde su partida.
El mes de febrero me pareció un poco tramposo, como que ni nos dió la oportunidad de poder hacer una conmemoración luctuosa en su nombre, pero de alguna manera, cuando pienso en ello, me viene a la mente que usted tampoco era un hombre religioso, aunque si espiritual.
Estos días han sido tan difíciles, que me vertieron la tristeza como una densa sustancia vizcosa y negra que me funde con el suelo. Algunos días siento que no me deja avanzar.
He querido escribirle tantas veces, pero me lleno de rencor y odio al recordar que la carta mas importante que le hice nunca le llegó, y casi de inmediato, me evado de los antes amados tinta y papel. Quiero decirle que aun no he aceptado el hecho de que haya ido. También soy conciente de lo futil que llega a ser este infinito estado de negación, pero los hemisferios cerebrales, aunque bien pudiera ser mi metafórico músculo cardiaco, hace creer que aún puedo negociar su partida.
Quiero abrir el juego de mesa, ese que yace en un apartado del librero como uno de esos pendientes que uno cree poder realizar después, y que usted me pidió traducirle, pero cada vez me que mis ojos se posan en su caja, incluso a la distancia, un sentimiento de impotencia surge de mis entrañas. Aún sabiendo que hicimos tantas otras actividades juntos, esa traducción es una de tantas que quedaron en el tintero, como una promesa hecha a un infante ingenuo... pero me absorbía el trabajo.
En estos momentos me encuentro bastante amargada porque hice lo posible por llevar a cabo todas las medidas preventivas y aún así, se me anuda el estómago y me hierve la sangre cuando, como una trepanación subita aprece la incógnita retórica <<¿Y de qué sirvió?>> Se desprenden las meninges y el vacío espiritual aflora. Miles de hubieras recurren y se aferran a mi cerebro expuesto y mientras observo el infinito vacío, perdida lloro incosolable por dentro. Porque se que no hay tal. Como un efecto mariposa interminable.
Sé que fui capaz de decirle cuánto lo amaba y en mi memoria quedan grabadas las incontables ocaciones que lo abracé, pero a su vez, creo que no fue suficiente... Porque en los momentos mas duros debí estar para ofrecerle una mano amiga y un poco de paz. Creame que lo intenté.
Hay días en los que se me sale una risita burlona por algo que causa gracia en el día a día pero, y aunque la vida sigue, no seguirá igual sin usted. Lo echo mucho de menos.
Deseo tanto una respuesta real de usted. Ojalá me ayudara a recordar esa hermosa pieza de opera. Ojalá me visitara una vez, quiero decirle lo mucho que lo quiero y que lamento tanto no haber estado.
Aquí todos le extrañamos cada día.
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